La Obra
de Bea Rey
Esta artista ha transcurrido a lo largo de su vida por diferentes etapas profesionales marcadas por diversos estilos pictóricos. Desde la abstracción y la geometría, en la primera mitad de los setenta, al surrealismo de finales de esa década, y el expresionismo y neocubismo de sus siguientes fases pictóricas, que concluyen con el inicio del siglo XXI.
En su arte se reflejan su sentido de la solidaridad, su empatía con las personas que luchaban por salir adelante en el campo gallego, las historias de las familias que tenían que emigrar en busca de un futuro mejor. Participó en exposiciones colectivas del grupo Estampa popular Galega, que reivindicaba la recuperación del arte como forma de expresión del pueblo: un arte comprometido, con algunas obras censuradas por la dictadura franquista.
Integrada en los años 70 en el Grupo Sisga, defendía un arte divulgativo y cercano al pueblo, más allá del mercado accesible a las élites.
“No es bueno vivir solo ante un caballete”, afirmaba. Y fundó con otros artistas el grupo Puerta del Sol, compuesto por artistas consolidados y nóveles que habían sido olvidados por las instituciones, autores que no querían renunciar a su individualidad pero compartían un compromiso con el arte contemporáneo.
La pintora realizó sus últimas exposiciones en los años noventa. Poco después se trasladó definitivamente a Galicia, a la localidad donde se encuentra el museo dedicado a su obra. “Llega un momento” –afirmó- “en el que un artista tiene que tomar su propio camino, solo así puede encontrarse a sí mismo y el sentido de su creación”.
Primera etapa
Construcción de una identidad visual propia
Construcción de una identidad visual propia Su formación y sus primeros años de creación coinciden con un ambiente revolucionario tanto a nivel social y político como cultural, un ambiente reivindicativo que, a pesar de la dictadura, también caló en España. En varias exposiciones muestra al pueblo gallego a través del mundo del trabajo, y se sumerge en el mundo subterráneo para mostrar el mundo obrero madrileño.
Se trata de un arte comprometido con gran influencia de pintores gallegos de la anterior generación como Maside, Castelao, Seoane, donde muestra su preferencia por la geometrización y la simplicidad de formas.
Cuarta etapa
Expresionismo y neocubismo
Entre 1987 y 1988 se inicia una breve etapa de inspiración en grandes maestros de la pintura que dará lugar a un giro en su obra. Bea Rey comienza a coquetear con Picasso, artista por el que siempre mostró gran admiración. En 1988 realiza una serie de cuadros inspirados en El Greco. “Pocas veces”, afirma, “el pintor elige sus temas. Son los temas los que salen a su encuentro y lo escogen. Como los amigos”
Con una exposición colectiva en el Museo del Prado con el grupo Puerta del Sol, culmina su participación en una iniciativa artística colectiva y comienza un nuevo camino en su obra con la técnica del collage y la introducción de materiales de desecho con materiales que ella misma recoge.
Su obra se vuelve cada vez más introspectiva, aunque todavía hay cierta crítica social que habla de una realidad deshumanizada, un mundo en el que ya no se encuentra a gusto.
Segunda etapa
Geometría y color
Bea Rey continúa con el estudio del color a finales de los años sesenta con obras de formas geométricas, colores intensos y planos y una composición rítmica modular.
En seguida recupera la figuración en su obra pictórica. Las figuras humanas, a veces reducidas a torsos, se repiten en siluetas a las que aplica colores planos, intensos y contrastados en formas llevadas a la esencia sobre fondos geométricos y modulares, reflejando la soledad del ser humano en una sociedad que lo masifica.
La autora comienza a intimar con sus creaciones y, mediante un lenguaje de símbolos y signos, inunda de tensión y compromiso aquello que pinta; su simbolismo es el fundamento de una actitud crítica ante la sociedad.
Tercera etapa
La nueva figuración
La figura humana es ya el tema central, y el motivo principal de representación serán los torsos. Paralelamente, encontramos otras obras en las que van a proliferar los símbolos y cierto horror vacui en la composición, con una carga de surrealismo que remite a mundos oníricos. En los retratos familiares las figuras permanecen hieráticas, sin expresión, recordando a los retratos de Frida Kahlo, pero con rostros individuales y únicos, muestra del cariño y del carácter familiar de la artista.
En 1980, las composiciones son más sosegadas, más serena, repletas de instantes que parece eternos y nos invitan a penetrar en la melancolía que transmiten sus obras.
Última etapa
El encuentro de la esencia
A partir de 1996 su obra pierde materia paulatinamente, dando nuevamente el protagonismo al color y la línea. La figuración desaparece casi por completo, Bea Rey se centrará de lleno en el estudio de la composición y del color, reduciendo las formas a la esencia, creando unas obras de carácter introspectivo. La geometría que acompaña toda su trayectoria llega a su máxima expresión.
Sus creaciones nos hablan de la soledad, pero ya no tienen crítica social denuncia. Nos muestran personajes arrastrados a un lugar hostil, en el que tratan de construir o buscar su refugio, su propio hogar, un pequeño reducto donde sentirse seguros, recordando aquello que pudo haber sido y no fue, al igual que Bea Rey soñó con un mundo justo y que no pudo ser.
Primera etapa
Construcción de una identidad visual propia
Construcción de una identidad visual propia Su formación y sus primeros años de creación coinciden con un ambiente revolucionario tanto a nivel social y político como cultural, un ambiente reivindicativo que, a pesar de la dictadura, también caló en España. En varias exposiciones muestra al pueblo gallego a través del mundo del trabajo, y se sumerge en el mundo subterráneo para mostrar el mundo obrero madrileño.
Se trata de un arte comprometido con gran influencia de pintores gallegos de la anterior generación como Maside, Castelao, Seoane, donde muestra su preferencia por la geometrización y la simplicidad de formas.
Segunda etapa
Geometría y color
Bea Rey continúa con el estudio del color a finales de los años sesenta con obras de formas geométricas, colores intensos y planos y una composición rítmica modular.
En seguida recupera la figuración en su obra pictórica. Las figuras humanas, a veces reducidas a torsos, se repiten en siluetas a las que aplica colores planos, intensos y contrastados en formas llevadas a la esencia sobre fondos geométricos y modulares, reflejando la soledad del ser humano en una sociedad que lo masifica.
La autora comienza a intimar con sus creaciones y, mediante un lenguaje de símbolos y signos, inunda de tensión y compromiso aquello que pinta; su simbolismo es el fundamento de una actitud crítica ante la sociedad.
Tercera etapa
La nueva figuración
La figura humana es ya el tema central, y el motivo principal de representación serán los torsos. Paralelamente, encontramos otras obras en las que van a proliferar los símbolos y cierto horror vacui en la composición, con una carga de surrealismo que remite a mundos oníricos. En los retratos familiares las figuras permanecen hieráticas, sin expresión, recordando a los retratos de Frida Kahlo, pero con rostros individuales y únicos, muestra del cariño y del carácter familiar de la artista.
En 1980, las composiciones son más sosegadas, más serena, repletas de instantes que parece eternos y nos invitan a penetrar en la melancolía que transmiten sus obras.
Cuarta etapa
Expresionismo y neocubismo
Entre 1987 y 1988 se inicia una breve etapa de inspiración en grandes maestros de la pintura que dará lugar a un giro en su obra. Bea Rey comienza a coquetear con Picasso, artista por el que siempre mostró gran admiración. En 1988 realiza una serie de cuadros inspirados en El Greco. “Pocas veces”, afirma, “el pintor elige sus temas. Son los temas los que salen a su encuentro y lo escogen. Como los amigos”
Con una exposición colectiva en el Museo del Prado con el grupo Puerta del Sol, culmina su participación en una iniciativa artística colectiva y comienza un nuevo camino en su obra con la técnica del collage y la introducción de materiales de desecho con materiales que ella misma recoge.
Su obra se vuelve cada vez más introspectiva, aunque todavía hay cierta crítica social que habla de una realidad deshumanizada, un mundo en el que ya no se encuentra a gusto.
Última etapa
El encuentro de la esencia
A partir de 1996 su obra pierde materia paulatinamente, dando nuevamente el protagonismo al color y la línea. La figuración desaparece casi por completo, Bea Rey se centrará de lleno en el estudio de la composición y del color, reduciendo las formas a la esencia, creando unas obras de carácter introspectivo. La geometría que acompaña toda su trayectoria llega a su máxima expresión.
Sus creaciones nos hablan de la soledad, pero ya no tienen crítica social denuncia. Nos muestran personajes arrastrados a un lugar hostil, en el que tratan de construir o buscar su refugio, su propio hogar, un pequeño reducto donde sentirse seguros, recordando aquello que pudo haber sido y no fue, al igual que Bea Rey soñó con un mundo justo y que no pudo ser.